”El Congreso de la Villa de Leiva atenuó su actitud agresiva, decretando la agregación definitiva a Cundinamarca de los distritos de Muzo y Chiquinquirá y de las provincias de Mariquita y Neiva, pero continuó excitando la cólera de su contrario con nuevas intimaciones para que se despojara de la dictadura: llegó a declarar a Nariño usurpador y tirano de Cundinamarca y «a todas las personas de su facción, refractarias y enemigas de la unión y libertad de la Nueva Granada». Además, se dio autorización al Presidente del mismo Congreso, que lo era del ejecutivo federal para que, valiéndose de todos los medios, acabara con el gobierno de Cundinamarca. Tomadas estas providencias, el Congreso se trasladó a Tunja, a finales de noviembre, e hizo aprestos bélicos, ayudado por el Goberna-dor de esa ciudad y por el del Socorro.

  

”Nariño, preparado para hacer la guerra, salió de la capital al frente de unos mil quinientos hombres en dirección a Tunja, dejando el gobierno en manos de una junta. La expedición militar tuvo el más triste fin: cerca al pueblo de Ventaquemada se efectuó el encuentro con una columna federalista al mando del Brigadier Joaquín Ricaurte (2 de diciembre) y, después de dos horas de combate, el pánico se apoderó de los soldados de Cundinamarca que quedaron completamente derrotados, viéndose Nariño obligado a contramarchar con rapidez a Santa Fe para salvarla, si posible era, de un próximo desastre.

 

”Ya en la capital, el caudillo centralista tomó diferentes medidas: concentró sus fuerzas, hizo algunas fortificaciones en las entradas principales de la ciudad y colocó tropas en el cerro de Monserrate, que la domina; además, interesó a los Cabildos civil y eclesiástico y a otras importantes entidades para que procurasen obtener la paz mediante una capitulación.

 

”Después de su victoria, el ejército de la Unión avanzó lentamente y estableció su cuartel en Fontibón, y el Teniente Coronel Atanasio Girardot tomó el cerro de Monserrate, aprisionando parte de la fuerza que lo defendía; estas acciones produjeron pánico general en la capital y Nariño convocó junta de guerra en la que se decidió proponer nuevas capitulaciones para evitar la toma de la ciudad. En tal virtud, el Presidente de Cundinamarca se dirigió al General de la Unión, Baraya, proponiéndole que se retiraría del mando del Estado; que el Congreso sería reconocido; que Cundinamarca tendría la facultad de objetar los artículos del acta federal que no le conviniesen; que se darían pasaportes a Nariño y a quienes los pidiesen para irse a donde quisieran; y 1quelas armas quedarían a órdenes del Congreso y habría olvido general.

 

”Baraya no aceptó las bases propuestas y pidió que se rindiese la ciudad esperando la clemencia del vencedor, pues de lo contrario entraría en ella a sangre y fuego. A esta intimación no quedaba otro recurso que la defensa desesperada y, cuando Baraya amenazó de nuevo a Nariño para que se entregase sin condiciones en un breve plazo de horas, el Presidente contestó «que los moradores de Santa Fe estaban decididos a derramar hasta la última gota de sangre, si no se les concedía una honrosa capitulación».

 

”La arrogancia de Baraya y el temor difundido de que venía a destruir la capital, fueron incentivos poderosos para despertar el entusiasmo y la mayor actividad en la resistencia.